I. PUENTES
Escucho el clacclacclac de las ruedas que se desgastan con el roce contra el asfalto, contra el muro de concreto, contra la barrera de plástico. Silencio. Suspensión en el aire. Y el golpe seco que significa volver a tocar el suelo. En el mejor de los casos resulta: vuelve el clacclacclac de la ruedas que giran. Oooh. En algunos otros no: el dinamismo se interrumpe. Uuuh. Breve pausa. Continuamos.
La tensión acumulada que hasta entonces se arrastró por el suelo se va cargando con intenciones a medida en la que se fija como meta lograr la superación de algo: Quiero hacer eso. Seguramente ya lo hemos visto antes, cómo se ve cuando se logra, cómo se ve cuando se falla. Y en la cabeza se piensan y trazan las maneras para hacer al cuerpo funcionar para hacerlo interactuar con algo, para que entre en una relación directa con alguna otra cosa que ya existe, para que de cierta forma y por un segundo, haya una vinculación. Conexión dada por una tabla con cuatro ruedas que funciona como puente o como hilo conductor mediante el cual yo y ese otro elemento en el que puse mis ojos, y que hasta entonces sólo existía independiente de mi, compartamos algo. Durante un intervalo de tiempo limitado hacemos que nuestras estructuras físicas funcionen de otra manera, nos encontramos. Punto de fusión dado por el choque o la caricia de la tabla sobre la superficie de esa-otra-cosa sobre la cual a veces dejo marcas, pero a veces ella también deja marcas sobre mi. Cosas del rebote. Es bueno ver que puedo intervenir la realidad.
II. IMPRESIONES
Interactuar implica un desgaste. Debe haber una inversión de energía para que algo funcione, para echar a andar algo. Cuando dos cosas se encuentran se genera un registro en la zona de contacto, ya sea en la memoria (intangible) o en el espacio (material), ayudándonos a fijar nuestra existencia en el mundo. Si logré dejar una huella es porque mi cuerpo se hizo peso sobre otra cosa.
Si alguien pudo grabar mis movimientos es porque logré ser visto.
Si escribí mi nombre sobre una superficie espero que alguien identifique esas rayas y líneas que dejé por ahí. Y a veces no es mi nombre, a veces es el tuyo; o el de algún lugar que vi o que quise ver; o que quizás inventé, pero me gustaría que pudieras verlo y acordarte de mi.
A través de esto confirmo una vez más que existen vías para comunicarnos sin hablar, para atravesar distancias a pesar de la lejanía y para establecer puntos en común en los cuales poner esas cosas que queremos compartir con los demás.
III. GUIAS
Quizás al reunir todas estas líneas que he dejado en diferentes lugares se puede trazar un recorrido. O al reconocer todas estas cosas que deje como rastros se logra armar este rompecabezas que despliega un panorama general que todavía no sé hasta dónde se podrá expandir pero que me interesa ir desplegando.
Las guías nos permiten movernos con seguridad entre la incertidumbre, nos apuntan e iluminan ciertas zonas que parece nos pueden ser interesantes y que quizás aún no hemos visto o no les hemos dado una oportunidad. Mostrar estos espacios ayuda a expandir la manera en la que entendemos las ciudad y los lugares entre los cuales nos movemos, también nos hacen pensar en la forma en la que nos desplazamos y qué cosas cargamos al momento de hacerlo.
Ahora más que nunca se vuelve necesario pensar los lugares a los que volvemos una y otra vez, así como también esos otros que vamos dejando atrás. ¿Quiénes están ahí, qué otras cosas también los habitan? Generar comunidad es generar inmunidad.