Esta instalación pertenece al proceso de residencia artística virtual organizada por Platohedro, centro de innovación creativo en Medellín, Colombia, y fue desarrollado en Santiago de Chile en Local de Arte Contemporáneo.
Registro de Emilia Martín
A veces nos parece extraño que se produzca en nosotros algún sentimiento de asombro frente a ciertos objetos que hemos visto anteriormente pero que han sido sacados de su lugar habitual. El arte de cierta forma juega con eso. Y a diferencia de los objetos que han sido deconstruidos y puestos para que sean interpretados y significados, los objetos que conservan su familiaridad nos entran de golpe; casi sin oponer resistencia.
Por lo general cuando me encuentro frente a algo remotamente conocido o familiar; lo que se me ablanda es la cabeza. En ese sentido, la instalación de las teteras que arrojan vapor a una bola gigante de hielo de Ce Pams, produce tal efecto. Los soportes y quemadores hechos a la medida por la artista que respetan la forma y lógica de la cocina común y el galón de gas puesto ahí frente a nosotros; no como un protagonista pero aún así a la vista, se presentan para la vista y el oído como una letanía. Sus instalaciones registran visual y sonoramente el lenguaje de los fenómenos cotidianos, infraordinarios, y por qué no decirlo, el lenguaje de lo que se desecha: pedazos de vidrios rotos, cadenas, retazos de madera y latones.
El artefacto se relaciona no sólo con la artista, sino también con el espacio y nosotros. Lo familiar en este caso no está dado porque exista directamente un archivo o registro de voz personal o colectivo. Aquí no hay grabaciones ni imágenes de infancia o escenas familiares cuyo protagonista podría ser un desconocido o la propia artista; lo familiar está dado por la selección que ha hecho a la hora de escoger sus propios instrumentos o herramientas. Motivada por el deseo de denunciar o visibilizar algo, y por el hábito que la ha llevado a recoger lo que otros botan. Un techo de latón que hizo sonar con la ayuda de otro latón amplificado, le sirvió en la intervención que hizo en los techos del galpón Victor Manuel para crear tal efecto. Hay algo sumamente efectivo en todo esto que desconozco si es casual o predeterminado. En este caso se trataba de las inmediaciones de un lugar abandonado y de difícil acceso que reclama recorrer y atravesar con dificultad pasillos llenos de escombros. El asunto es que en ese preciso lugar Ce Pams optó por usar un latón. Uno igual a los ejemplares que conformaban los techos de las casonas y galpones que nos rodeaban.
Las teteras se pronuncian en este caso de un modo diferente: cuatro teteras perfectamente alineadas en torno a una gran bola de hielo que se derrite y cae a una superficie que amplifica el sonido. La primera expectativa: que las teteras hiervan. En lugar de eso lo que se produce es una especie de sinfonía agónica protagonizada por las teteras y el goteo que provoca la bola de hielo derritiéndose. Ce Pams usa los elementos, los manipula y transforma.
Espero impaciente que las teteras hiervan pero parecieran nunca llegar a ese punto.